Se necesita una enorme cantidad de energía para que un óvulo procese correctamente los cromosomas y haga todo el trabajo necesario para madurar adecuadamente. Resulta que las estructuras productoras de energía dentro de los óvulos cambian significativamente con la edad y en respuesta a los nutrientes y otros factores externos. Estas estructuras, llamadas mitocondrias, se encuentran casi en todas las células del cuerpo. Actúan como plantas de energía que transforman diversas fuentes de combustible en energía que las células pueden utilizar, en forma de ATP (adenosin trifosfato)
El ATP es literalmente la energía de la vida. Mueve los músculos, hace funcionar las enzimas y potencia los impulsos nerviosos. Casi todos los demás procesos biológicos dependen de ello. Y es la forma primaria de energía utilizada por los óvulos.
Un óvulo en crecimiento necesita un montón de ATP y tiene un montón de mitocondrias. De hecho, cada óvulo tiene más de quince mil mitocondrias: más de diez veces más que cualquier otra célula en el cuerpo. Las células foliculares que rodean el óvulo también contienen muchas mitocondrias y suministran ATP adicional al óvulo. Pero estas mitocondrias deben estar en buenas condiciones para producir suficiente energía.
Con el tiempo y en respuesta al estrés oxidativo, las mitocondrias se dañan y son menos capaces de producir energía. Sin suficiente energía, el desarrollo de óvulos y embriones puede ir mal o detenerse por completo.
Como explicó el Dr. Robert Casper, un especialista canadiense líder en fertilidad:
“El envejecimiento del sistema reproductivo femenino es como una linterna olvidada en el estante superior de un armario. Cuando tropezamos con la linterna unos años más tarde e intentamos encenderla, no funcionará, no porque haya algo malo en la linterna, sino porque las baterías de su interior se han estropeado”